jueves, 27 de marzo de 2008

Con N de desdoblado

Diariamente me afronto al problema de mí ser desdoblado. Una especie de pérdida paulatina de un Yo hegemónico y por ende de una clara identidad. Me despierto y soy uno, al hacerme el desayuno (definitivamente soy otro, ya que habitualmente no desayuno), cuando me pongo la túnica y voy a trabajar, soy otro muy distinto…tan distinto que a nadie la importa si ese es mi verdadero yo, todo parece regularizarse cuando voy a la facultad, la profesionalización en determinada área supone un cierto gusto hacia la misma y por ende un acercamiento con un verdadero yo; pero ahí adopto tantas facetas como interacciones mantengo.
Volviendo en el ómnibus hacia mi casa no me decido si escuchar murga o rock, si escuchar “Los Beatles” o “Catupe”, capaz que la noche merita un Piazzolla…pero no lo sé. Llego a casa, tiro la llave sobre la mesa….toda mi casa es un desastre, la mugre me genera una angustia inmediata que me hace gritar “mamá espérame con la comida mañana, me vuelvo para allá”, lo soluciono diciéndome…”mañana me dedico a limpiar”; me miento, pero por un rato sirve.
Inmediatamente después…voy a la heladera inútilmente por que se que ahí no hay nada…en mi billetera no hay mucho más, pero me da para pedirme alguna pavada.
Las facetas se multiplican…que si me pido una milanesa en dos panes con fritas sigo engordando y voy a reventar, pero si me pido una ensalada me muero de hambre; podría seguir en esta idea pero creo que quedo bastante clara…”el espejo ya no me engaña”
Llega la hora de acostarse y ni siquiera tuve tiempo para pensar en el futuro…en algún lugar recóndito de se van acumulando libros, apuntes, resúmenes, en algún viejo cajón lleno de polvo, las arañas duermen entre cuentos, poemas y fotos. Finaliza el día, me acuesto, suena el teléfono; ya no me siento más solo… en ese momento me doy cuenta que todavía llevo la túnica puesta, la desgarro, hablo, amo: por quince minutos me vuelvo a encontrar; luego…duermo
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